La Tragedia de una Vida Malgastada
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional servicio.” (Romanos 12:1).
Un anciano triste muriendo de cáncer contó a un pastor amigo mío este cuento trágico: “Desde hace muchos años en Suecia, Dios me llamó a predicar – a esto concedí, si Él me ayudara vender mi granja. El día siguiente un hombre me hizo una oferta para la granja, pero me dudé, diciéndolo que volviera el día siguiente.”
“Después de orar, prometí a Dios que predicaría si el comprador sedería a tomar mi trabajo como superintendente de la escuela dominical. El hombre dijo, ‘Esto es la oportunidad que he estado esperando.’ Me pagó por la granja, pero, en vez de usar el dinero para preparar para el ministerio, fui a los Estados Unidos.
“El primer año en los Estados Unidos, murió mi esposa, dejándome con cinco niños. Muy poco después de esto, mi hija mayor murió. Todavía no me rendí mi vida a la voluntad de Dios. Prediqué un poco pero no obedecí a Dios en dar mi vida de todo el tiempo. Perdí un buen negocio, y me declaré en bancarrota y salí del pueblo.
“Luego entré en el negocio de ferretería y prosperé por un tiempo, pero uno de mis hijos que me asistía en el negocio empezó a robarme sistemáticamente. Una vez más, fui forzado a bancarrota.
“Estas cosas no me sucedieron a mí por accidente. Era la mano de Dios. Ahora estoy muriendo de cáncer – solo tengo tres meses para vivir.” Llorando dijo, “Yo sé que soy salvo, pero ¡oh la pérdida! Pronto entraré en la presencia de Él para dar cuenta de una vida entera de desobediencia.”
¡Que tragedia! Tiempo, talentos, tesoros y testimonio desperdiciado. Podría haber llegado a ser el “Moody” de Suecia.
Tiempo Desperdiciado
Piensa usted en los muchos años que este hombre desperdició. Tiempo perdido es perdido para siempre. La vida es demasiada corta para ser desperdiciada en sí mismo. No es cuánto vive uno sino cómo vive que en verdad cuenta.
David Brainerd, el gran misionero a los indios nativos de América murió cuando solamente tenía 29 años de edad. Pero su entrega total a la voluntad de Dios, su carga aplastante por las almas de los hombres, sus muchas horas de oración agonizante de intercesión nos desafía hasta hoy día. Logró mucho durante su vida corta porque no vivió para sí mismo “sino para aquél que por ellos murió y resucitó” (2 Corintios 5:15).
El amor de Cristo le empujó a seguir los pasos de su Amo quien hizo “siempre las cosas que le agradan a él (Padre)” (Juan 8:29.) En el juicio de Cristo daremos cuenta del tiempo desperdiciado en rebelión contra la voluntad de Dios.
Talentos Desperdiciados
No es el número de talentos que posee usted, sino el uso de ellos que cuenta. Usted puede desperdiciarlos con vergüenza en pecado, neciamente dejarlos morir debajo de la basura de cosas pequeñas que comen su tiempo y atención invaluable, o sabiamente puede usted desarrollarlos por la gloria y el servicio de Dios.
“Y todo lo que hiciereis, en palabra o en obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17). ¿Qué derecho tiene usted de mal usar los talentos, dones, y habilidades dados por Dios en vez de usarlos para producir fruto y testimonio para Su Señor?
Tesoro Desperdiciado
Rendirse totalmente incluye el monedero y la chequera. Dios le ha confiado con dinero para que sepa el gozo de usarlo para llevar el evangelio a los paganos, la evangelización mundial por la página escrita, ayudar a predicadores y ayudantes cristianos, relevar santos pobres afligidos y en muchas otras maneras apoyar la obra de Dios.
El alma liberal goza de la emoción que el religioso codo no conoce. Si todos los hijos de Dios pusieran su tesoro a los pies heridos de su Señor viviente, cada fase de la obra del Evangelio prosperaría sin la mendicidad, la súplica y la búsqueda de fondos que caracterizan la obra cristiana de nuestros días.
Cederse a Dios
¿Qué está haciendo usted con su tiempo, talentos, y tesoro? ¿Usted quiere que Dios bendiga su vida y use su testimonio? Entonces, arrodíllese delante de Él y dígale:
“Querido Señor Jesús, Te doy gracias por darse en la cruz por mí. Sé que eres vivo de entre los muertos, exaltado como Señor de todo. Aquí y ahora, el mejor que sé, cedo a mí mismo, mi todo, sin vacilación o reservación, una vez para siempre, totalmente a Ti. Ten tu voluntad en mi vida ahora y para siempre. Por tu gracia, iré donde Tú me guías, hablaré lo que Tú mandas, seré lo que Tú escojes, y haré tu voluntad como Tú la revelas para tu gloria.”